El disponer de un buen capital humano industrial en sus diferentes niveles es absolutamente necesario para el éxito de un proceso industrializador. La formación de este personal cualificado exige por otra parte un gran esfuerzo económico y organizativo, puesto que hay que disponer previamente del profesorado que se encargue de la enseñanza, crear y equipar los centros docentes y costear su funcionamiento. En los comienzos de la época isabelina existía en España una escasez manifiesta de personal con formación industrial; los esfuerzos del Estado se incrementaron en 1850, pero pocos años más tarde y por un conjunto diverso de causas este esfuerzo decreció de forma importante, hasta el punto de que las escuelas industriales creadas poco tiempo antes fueron suprimidas, con las excepciones de las de Barcelona y Alcoy. La consecuencia de este fracaso fue que en el último tercio del siglo XIX España tuvo un déficit acusado de personal industrial, siendo por ello importante la presencia de técnicos extranjeros en fábricas, minas y ferrocarriles, que incrementaron la dependencia tecnológica con el exterior e imprimieron un cierto carácter colonial a la economía.
Imprenta Montes, Málaga, 2001
ISBN: 84-607-3805-1