Hoy cumplo dieciocho años y en consecuencia soy desde este momento mayor de edad, responsable de mis actos. Se ha roto la cadena con la que mis padres me sujetaban, aunque la verdad es que en los últimos tiempos me han tenido bastante suelto. Al ser mayor de edad ya puedo ir adonde quiera, puedo abrir cuentas corrientes y pedir préstamos a los bancos, pero a mi eso no me sirve para nada, porque no tengo dinero para viajar ni para meterlo en una cuenta a mi nombre, y si voy a un banco a pedir un préstamo para comprarme una moto -por decir algo- la primera vez me darán con la puerta en las narices y la segunda  una patada en el culo, que es el lugar donde la espalda pierde su casto nombre. También desde ahora puedo votar, pero el caso es que no me gusta ningún partido, ninguno le va a devolver el empleo a mi padre ni nos va a agenciar a mi hermana y a mi un buen puesto de trabajo, como los que tienen los funcionarios fijos o los que trabajan en una empresa solvente y tranquila o en las cajas de ahorro, algo que no sea descargar camiones en el mercado de mayoristas, coger tomates en los plásticos de Almería, echar propaganda por los buzones o pasear perros. Los políticos mucho blablablá cuando las elecciones y luego si te vi no me acuerdo, incluso alguno ha dicho por ahí que las promesas electorales sólo obligan a los capullos que se las creen, todo lo más nos ofrecerán cursos y más cursos para reciclar parados, mi hermana es peluquera aunque no ejerce y lleva ya hecho media docena de cursos de esos y no se come una rosca, trabaja por libre a salto de mata y gana cuatro perras para sus pequeños gastos. Yo estoy en segundo de bachillerato y mis viejos quieren que estudie en la Universidad el curso próximo y que el día de mañana llegue a ser un buen profesional, aunque no saben darme mas detalles ¿un buen profesional de qué?, ellos viven como en otra galaxia, con las ideas chorras de su juventud todavía dando vueltas en la cabeza, quieren que sea un hombre de provecho, un buen ingeniero, un buen médico, que gane pasta y que me case con una niña bien, sencilla, amante del hogar, aunque sea un poco pija y con pelo pantén, se creen que las cosas son así tan simples y no se dan cuenta de que todo está lleno de vueltas y revueltas y de puertas que nunca se abren y de normas que nunca se cumplen. Quieren que sea el primero de la familia que llegue a la Universidad y que me saque un título aunque sea para luego ponerlo colgado en la pared del comedor con un marco barato comprado en una tienda de chinos, que son como las antiguas de todo a veinte duros con dependientes orientales, eso si. Previamente le tendré que hacer al título varias fotocopias compulsadas para enviarla junto con otros papeles a los sitios donde ofrezcan trabajos y pidan el curriculum, como hace mi primo Alfonso que ha terminado Psicología el curso pasado. El curriculum, menuda gilipollez, piden el curriculum en todas partes, seguro que no se leen ninguno porque todos vienen a decir lo mismo, todos ponen que saben inglés y que entienden de informática y que tienen vehículo propio y que han hecho cursillos de esto y lo otro. En las empresas ya está todo cocido y los muy cabrones se nutren de alumnos en práctica o de recién graduados también en prácticas, a los que les pagan una miseria y una vez que les han sacado el jugo los echan a la puta calle, aunque durante unos meses le han dado falsas esperanzas de quedarse y los tíos y las tías se parten el lomo trabajando catorce horas diarias, haciendo el trabajo que harían media docena de empleados fijos. Y a pesar de todo, los empresarios no están contentos y cogen los hijoputas y se largan a Vietnam o a la India, donde todavía les pagan menos a los que trabajan allí, pero como en esos países la gente cobra una miseria, encima hay guantazos entre los vietnamitas o los indios por entrar en esas empresas. A mi padre lo echaron después de estar quince años trabajando en una fábrica de componentes  electrónicos, y ahora reparte los pedidos de los supermercados en una furgoneta vieja, yo a veces le ayudo bajo cuerda, especialmente los fines de semana, que es cuando tiene más trabajo, el caso es que de tanto cargar y descargar siempre está jodido con la espalda y con los riñones, pero no puede dejarlo porque entonces se buscarían a otro repartidor, a lo mejor algún inmigrante sin papeles y con la boca cerrada, un tío fuerte, ucraniano o rumano o ruso que todavía cobraría menos y encima no podría rechistar. Mi madre es auxiliar de enfermería, ella en el fondo querría que yo fuera médico como los que ve a diario por el hospital con su bata blanca y su fonendo, pasillo arriba y pasillo abajo, mi madre trabaja muchas horas, porque también tiene guardias, incluso por las noches; yo de niño la buscaba cuando tenía algún problema y siempre estaba fuera, limpiando enfermos en el hospital, siempre he tenido hambre de ella, porque mi padre por más voluntad que ponía, no era capaz de sustituirla adecuadamente. Siempre he deseado tener dinero para que mi madre se quede en casa. Yo, la verdad, no se que voy a hacer en los próximos cuarenta años, al final terminaré estudiando algo, no me tira la Universidad, quizás haga algún módulo de FP, es menos tiempo y los cabrones de los políticos dicen que tienen mucho futuro, el caso es que no quiero perder mi juventud en una carrera para luego trabajar en otra cosa, como mi primo segundo Maxi, que hizo Historia y ahora está limpiando platos en una hamburguesería o su hermana Nati, que estudió Química y ahora está de cajera en un supermercado, muchos orbitales y formulas complejas y constantes de estabilidad y mecanismos metabólicos y cromatografía de gases  para luego llevarse todo el día pasando tetrabrik, bolsas de patatas, latas de tomate triturado, paquetes de arroz y botes de mayonesa, e informando a la gente de que hay una superoferta en la que llevándose tres latas de espárragos sólo se pagan dos. Yo no tengo aptitud para casi nada, debo ser lo que llaman un animal omega, que según dicen los biólogos son aquellos que en una manada no sirven para gran cosa, que son los últimos en todo, de siempre he sido un pocacosa, aunque cuando di el estirón, tendría catorce o quince años, ya no me acuerdo, mis padres y mis tíos decían que me veían muy grande, cierto que soy más alto que mi viejo, pero mi viejo no es que sea un pivot precisamente, y de tanto cargar con paquetes y bolsas parece que está encogiendo. A veces me pregunto porqué me engendraron y pienso que debían haberme pedido permiso antes de hacerlo, porque yo, aunque no existiera,  era el primer interesado en esta historia. En todo caso, si no era posible contactar conmigo en ese momento, podían haber utilizado un preservativo, igual que los uso yo cuando se tercia la ocasión los fines de semana, sea un viernes o un sábado, al final de la movida, la movida es para mi lo mejor del mundo, si no fuera por ella hace tiempo que me habría tirado desde una azotea, allí nos reunimos los colegas y otros que no son colegas y que se apuntan también, el caso es beber y fumar porros y ponerse a cien, la música es lo que menos importa, yo no miro el reloj, a mis padres les trae sin cuidado la hora que llegue, en cambio con mi hermana mayor son muy estrictos y tiene que salir zumbando cuando dan la una y media, pero yo sigo, los horas mejores son las últimas, entonces me suelo tirar a una tía en el asiento de un coche o en la escalera de alguna casa después de romper la cerradura o en los servicios de un bar, allí todo vale, ya he cogido una buena técnica en eso de lo que llaman la penetración sexual, y debo hacerlo bien porque casi siempre, a la semana siguiente, me piden que volvamos a echar un polvo. Luego, cuando se nos han acabado los cubatas y los calimochos, apedreamos algunas farolas o rompemos las papeleras o le prendemos fuego a un contenedor de papeles, que son los que mejor arden y vemos como las llamas terminan por derretirlo, siempre es ya de día cuando vuelvo a casa, la primera vez mi viejo me breó a guantazos, la segunda fueron menos, y la tercera y las siguientes ya ni se molestó en levantarse, casi siempre vomito antes de llegar a mi calle, así la resaca dura menos y no me duele tanto la cabeza. Ya vendrán después los pringaos del servicio de limpieza, porque para algo pagamos los impuestos, en realidad los que lo pagan son mis padres, con esos impuestos tenemos derecho a buenas escuelas, a buenos institutos, a buenos médicos, a buenas carreteras, a buenas calles y a un buen servicio de limpieza. Lástima que las escuelas y los institutos estén llenos de goteras y que los profesores se dan de baja con frecuencia por depresiones y jaquecas para no tener que aguantarnos en una temporada. También es lamentable que los médicos del seguro sólo te vean cinco minutos como mucho y que siempre me pregunten cuantas veces me masturbo, y que los medicamentos no sean completamente gratis, que las carreteras estén colapsadas, que las calles estén llenas de baches y de porquerías, de los de la limpieza no puedo decir nada porque bastante trabajo tienen con nosotros. El domingo me paso muchas horas durmiendo porque me quedo más flojo que un muelle de guita después de tantos excesos durante las dos noches anteriores. Luego el lunes –el inevitable lunes de todas las semanas- vuelta al rollo del Instituto, a mi no me gusta ir, ni me gustan los profesores porque son aburridos, tanto la de Lengua, como el de Matemáticas  o como el de Física; por las tardes estudio bastante, pero no creo que lo que aprendo me sirva para nada en un futuro, todo lo más para aprobar los próximos exámenes e incluso la selectividad, sé muchas cosas chorras, cómo son los cromosomas, cómo reacciona el benceno, sé escribir la ley de Ohm, conozco los verbos frasales ingleses, resuelvo sistemas de ecuaciones que a veces son complicados, sé de que va La crítica de la razón pura de Kant ¿le importará mucho eso a los que ofrecen trabajo?. A una amiga mía le han dado un empleo –temporal, por supuesto- en un hiper, sólo porque sabe patinar bastante bien. Tengo un ordenador viejo al que he ido mejorando, que si una placa por aquí, que si un periférico por allá, lo que pasa es que sólo puedo conectarme a Interrnet cuando ya es tarde y mis padres y mi hermana se han acostado, porque de lo contrario me están cortando para hablar ellos por teléfono. Cuando me canso me voy a mi habitación, que es pequeñita, como un zulo con ventana, y escucho música pirateada de mis favoritos, como Stormy Mondays (dias de lluvia, corazones rotos), Jarabe de PaloEstopa, Revolver (calle Mayor), Mojinos escocíos y otros, pongo la música, me echo en la cama y me quedo como en el limbo. En el Instituto me aburro, nos aburrimos todos, se aburren los profesores de nosotros, nos dicen que lo llevamos claro, y la verdad es que lo llevamos oscuro. A veces me chupo alguna clase, me voy a los servicios, me fumo un porro o un cigarro corriente, de esos que sólo dan cáncer y me hago una paja ¿qué otra cosa puedo hacer a esas horas?, también me pongo a leer lo que la gente escribe en la puerta del retrete, la mayoría son guarradas con poca gracia, y los dibujos ya se sabe, penes y huevos, huevos y penes, y las frases de siempre: el Roberto es maricónel director es un kabrón, chúpame la polla, la mejor era una que decía: ¿qué importa el sexo si el amor es puro?.  A mi si me importa el sexo, obviamente prefiero a las tías, aunque ahora se está poniendo de moda lo que llaman el amor gay y a más de uno le ha dado por ahí.  A mi me da un poco de corte contarlo, pero el año pasado fui a casa de Juanmi para hacer un trabajo sobre no se qué, y en su habitación comenzamos a tontear, a darnos empujones, a cogernos la polla y así, y al final terminamos en su cama metiéndonos mano y dándonos besos y demás, nos corrimos los dos, luego repetimos la experiencia a la semana siguiente, y desde entonces no hemos reincidido, ni siquiera hemos sacado a relucir el tema, salvo algunos guiños de complicidad que nos hacemos a veces al salir de clase, desde luego no estamos colados el uno por el otro ni mucho menos, lo hicimos para divertirnos, lo nuestro fue pura inocencia, y después de aquello retomamos nuestros chips –algún cursi diría nuestros roles- y hacemos la vida de siempre, la de todos los días y la de la movida del fin de semana. A lo mejor soy un bisexual como Alejandro Magno, cualquiera sabe, pero en todo caso lo de  Juanmi no creo que se vuelva a repetir. El otro día me dijo la profesora de Lengua que le había gustado mucho mi redacción sobre la globalización y sus problemas, yo le dije que tenía experiencia con el tema a través de mi padre y de algunos de mis familia, la historia siempre es la misma, si una fábrica de las pocas que quedan en la ciudad funciona bien llega una multinacional y la compra, y los políticos dicen que eso es fantástico, que la fábrica forma parte ahora de una gran empresa con futuro, pero al cabo de unos meses cierran la fábrica y las máquinas se las llevan a otro país, antes dije Vietnam y la India, pero puede ser cualquier otro donde haya gente dispuesta a trabajar por dos euros al día, y luego el solar donde estaba la fábrica que funcionaba tan bien lo utilizan para hacer pisos carísimos, que la gente aborregada compra con grandes esfuerzos y entrampándose para toda la vida, por eso ahora lo que más abunda son los albañiles, y también los camareros para atender a los guiris, y los repartidores de supermercados y de telepizzas y los monitores de parques temáticos a los que va poca gente y que hay que financiar entre todos. Hay muchos jóvenes haciendo trabajos para los que no están preparados y en los que están a disgusto, y viviendo con sus viejos durante años y años, y siempre temiendo que los echen del empleo y metan a un marroquí, a uno de Sudamérica o de lo que llaman la Europa del Este, porque esos trabajan más por menos y cobran menos por más. Lo tenemos oscuro, desde luego. Quizás por eso en casa tenemos mucho tiempo puesta la televisión para evadirnos, mi abuela la acapara toda la mañana, a mi abuela le encanta ver lo bien que aplaude la gente en esos programas falsos de la televisión, cuando alguien dice una chorrada o acierta una pregunta escandalosamente sencilla. Luego, cuando estamos comiendo los macarrones con tomates de todos los días, tenemos siempre la televisión a toda pastilla y casi no podemos hablar. A mi me joden los locutores encorbatados, que además cobran un pastón, siempre contando una desgracia tras otra o hablando de lo portentosos que son nuestros políticos, y luego las publicidad a todas horas, minutos y minutos de anuncios que siempre dicen lo mismo y que nos tratan como a imbéciles, hay quien dice que a la Madre Naturaleza le deben gustar muchos los imbéciles y no se cansa de fabricarlos en serie para que la publicidad pueda manipularlos y aplaudan en los concursos televisivos y se emocionen con las cosas de los famosos, famosillos y famosetes que son asiduos de todas las cadenas. En realidad la pobre de mi abuela ve más la televisión porque es la que está mas tiempo en casa, ella nos prepara la comida y arregla el cuarto de baño, yo la verdad es que no hago ni el huevo, salvo ordenar de vez en cuando mi habitación. Mi abuela vive con nosotros desde hace unos tres años, cuando se quedó viuda, el abuelo Juan se murió no se bien de qué, seguramente de tanto como trabajó en su vida; era un buen tornero que llegó a encargado de un taller mecánico. Sentí mucho su muerte, porque en casa de mi abuelo pasaba mucho tiempo de pequeño, yo era un poco trasto y mis padres me dejaban allí muchos fines de semana, a mi me gustaba ir a casa de los abuelos, allí me sentía más a gusto, era el centro de atención, ellos no le daban importancia a mis barrabasadas infantiles y no se chivaban a mis padres si había roto un jarrón, pintarrajeado una pared o deshojado una revista. Cuando se murió no quisieron enterrarlo, sino que lo llevaron al crematorio y luego tiraron las cenizas a un río; conmigo se enfadaron porque les dije que los restos del abuelo debían ocupar un espacio físico y no convertirse en humo y disolverse en el agua. Yo, la verdad, no estoy integrado del todo en mi familia, me paso mucho tiempo en mi habitación, y sólo salgo para comer y para mear, mi habitación es como una guarida, en ella me refugio y tengo mis pequeños secretos y mis discos y mis fotos y las felicitaciones de mis cumpleaños firmadas por mis amigos, y algunos pósters cogidos con chinchetas que cambio de vez en cuando, le he puesto un pestillo a la puerta para poder estar más libre, en el fondo quiero estar aparte de la manada, pero en mi habitación también pienso y hago proyectos y me tiro de los pelos y lloro de vez en cuando. La verdad es que aunque no se lo crean mis amigos de la pandilla pienso muchas veces en el sentido de las cosas, mejor sería decir en el sinsentido, en ocasiones me angustio demasiado, aunque he aprendido algunas técnicas de relajación gracias a unas charlas que nos dieron en el Instituto, mi problema es que no sé cual es mi misión en el mundo, suponiendo que tenga alguna, aunque por otra parte a nadie le importa eso un pimiento, sólo a mi, claro, no se de donde vengo ni adonde voy, como dice la canción. Mis padres y mi abuela afirman que eso es porque lo tenemos todo resuelto, que somos unos vagos, no creo que sea cierto, ellos, por lo que me han contado, tenían desde siempre un camino ya trazado, si estudiaban y se esforzaban se convertían en un hombre de provecho y con una buena colocación para toda la vida y entonces se podían casar y tener niños, en aquella época  si eran buenos iban al cielo, pero si eran malos y se salían de la senda podían caer en el infierno, había que ir los domingos a misa y si ahorrabas, cuando llegabas a mayor conseguías juntar dinero. En fin, que todo estaba ordenado. Hoy las cosas ya no son así, sin ir más lejos mi primera comunión fue también la última, ni yo he insistido en volver por la iglesia ni mis padres se han preocupado del asunto; con las fotos que conservan de ese día les basta y les sobra, todo el problema era qué ropa iban a ponerse, o si invitábamos o no a la tía Loli y al pesado de su marido y a mis insufribles primos segundos (al final vinieron, obviamente), y adonde iríamos a celebrar el acontecimiento. Como el presupuesto familiar no daba para mucho terminamos al final en una venta de las afueras que tenía un salón inmenso en que el que se celebraban ese día quince o veinte comuniones más, allí no cabía un alfiler y -para colmo- en la parte del mostrador había una tele a toda pastilla por la que estaban retransmitiendo una final de baloncesto, y los niños íbamos de la mesa a la tele y al revés y los camareros estaban como locos y se equivocaban de mesas y de tartas de nata.  El no estar integrado en mi familia hace que además de refugiarme en mi habitación-zulo me haya unido a una pandilla, en la que la mitad son de mi Instituto y otros de algún colegio y otros de nada, nos reunimos en la movida y algunas veces también entre semana en la plaza, en un banco que es casi propiedad nuestra desde que oscurece, y allí nos gastamos bromas, y nos contamos historias y nos intercambiamos discos y programas que hemos bajado de la red, todos llevamos un piercing en la oreja, y los que son mayores de edad llevan dos. Cuando mi padre me vio llegar un día con el piercing recién puesto me dio un guantazo y un tirón que por poco me arranca la oreja, menos mal que mi madre intervino, son cosas propias de la edad, Manolo, lo llevan todos los amigos, mi padre dijo que eso eran más bien cosas de maricones y me amenazó con no darme mi pequeña asignación semanal, y yo le dije que entonces no le ayudaba en los repartos con la furgoneta, y al final terminó transigiendo, está tan jodido con la espalda que no le quedó mas remedio. Ahora que soy ya mayor de edad le tengo que decir que me suba la asignación o me busco otro patrón, aunque es indudable que seguiré ayudándole, en el fondo le tengo cariño, quizás porque es un perdedor, un omega, igual que terminaré siendo yo, si es que no lo soy ya. A veces cuando pienso en mi futuro y no tengo un porro a mano me acuesto, apago la luz y me pongo a llorar durante bastante tiempo, eso me relaja bastante y cuando termino de llorar, cuando ya no me quedan lágrimas, me siento mejor y veo las cosas de otra manera y termino haciéndome una paja, que es lo único que suelo tener más a mano. De un tiempo a esta parte nuestra pandilla ha tenido trifulcas con otras que querían quitarnos el banco, que es el mejor de la plaza, como dije antes, porque está más en penumbra, quizás por eso estamos un poco en tensión últimamente, algunos llevamos navajitas y otros objetos para defendernos; uno ha conseguido hasta un puño americano. Pero nosotros somos pacíficos, no molestamos a nadie si no nos molestan a nosotros, cosa que no siempre suele suceder. Hay muchos pirados agresivos por ahí suelto. La pandilla es en realidad mi verdadera familia, aunque sea una familia postiza y transitoria, con ellos me siento a gusto, compartimos todo lo que tenemos, a veces hasta nos hemos intercambiado ropa, hablamos de cosas de las que no podía hablar en casa porque mi padre me daría tortas hasta debajo del sobaco, planeamos viajes imposibles a lugares a los que nunca iremos, sólo el verano pasado estuvimos un fin de semana en una playa nudista, todo el día en pelotas, era un gustazo sentirse tan libre y tan ligero, además a veces jugamos al fútbol o al baloncesto según se tercie, aunque casi siempre terminamos perdiendo. Mi padre dice que queremos imitar a las pandillas de americanos que se ven en las películas, que cada vez nos parecemos más, a lo mejor tiene algo de razón, porque nos molan las hamburguesas, las pizzas, los centros comerciales, la fiesta de Halloween y el ir en grupo, pero tenemos menos dinero y nuestros institutos no tienen taquillas donde dejar las cosas como los de ellos, y además no suele haber negros, al menos por el momento. Pero en Estados Unidos hay más trabajo que aquí y si sabes de informática te puedes situar, y no digamos si se te ocurre alguna idea brillante que dé dinero, aunque las ideas brillantes es para los animales alfa, los omegas no llegamos a esas alturas del pensamiento. Sin embargo, los americanos me parecen tan gilipollas como nosotros, aunque a ellos les ha dado por la vena patriota y van todo el día con su bandera arriba y abajo, hasta los bañadores y los calzoncillos y las cortinas del salón llevan las barras y las estrellas, uno de mi pandilla dice que seguramente la tendrán pintada hasta en los preservativos, algo que no hemos podido comprobar porque no hemos ido allá. Aquí lo que abundan son las cosas con los escudos de los equipos de fútbol, una comedura de tarro, mucho Barça, mucho Madrid, muchos galácticos de mierda, mucho decir que vamos a salir al campo a morir y luego no hacen ni el huevo, para ganar la guita que coge un galáctico de esos en un día tiene mi padre que estar un año entero repartiendo pedidos de los supermercados con la furgoneta, yo sé lo que eso es porque -como ya dije antes- le ayudo en ocasiones, subes los paquetes en el ascensor o por la escalera, ah, son los del supermercado, pues eso lo ponen ustedes en el lavadero, y tenemos que cruzar toda la casa con las bolsas y las cajas y esquivar al chucho que nos quiere morder y para remate la criada filipina o ecuatoriana nos dice que estamos ensuciando el suelo, que debíamos limpiarnos los zapatos antes de entrar, ¡hay que joderse!. Los globalizadores no pararán hasta que nos echen a todos, empezando por los omegas, que somos unos perdedores, seguramente de nacimiento. Mi hermana, para que no se le olviden sus conocimientos de peluquería, va a arreglar mujeres por las casas, la mayoría se las dan de señoras, pero son señoras de pan pringao. Para aumentar su clientela mi hermana, rebañando de aquí para allá, se ha comprado un rizador de pelo y un secador profesional que mete mucho ruido, y también está aprendiendo a hacer la manicura, quiere ser más competitiva que sus posibles competidoras en estos menesteres. Hay que competir, nos dicen nuestros políticos aunque ellos no participan porque tienen ya su vida resuelta, y para competir hay que aceptar salarios vietnamitas y trabajar como esclavos en una plantación, ese es el mensaje que nos quieren meter en el coco, los políticos hablan de eso y también hablan de solidaridad, de oenegés, del cambio climático, de armas biológicas y químicas, de terroristas islámicos, de la violencia de género, son los temas de atención preferente, sobre los que esta temporada tenemos que meditar. Pero de colocarnos no dicen nada, para colocarse hay que competir, pisarle el cuello a los demás, llegar el primero o, como dicen ahora, montarte tu propia empresa, mi padre ya montó su empresa de reparto de supermercados y su capital social es la vieja furgoneta asmática que cualquier día nos deja tirados, pero la empresa de mi padre nunca conseguirá el título a la iniciativa empresarial o el que le dan a los jóvenes emprendedores, porque ni es joven ni es emprendedor, es simplemente un perdedor, un omega que nos ha engendrado sin pedirnos permiso a mi hermana y a mí. Otra cosa que dicen los políticos es que hay que controlar el déficit público, converger con Europa, tener talante democrático y cosas así, y cuando la gente se queja y protesta y monta manifestaciones porque han cerrado una fábrica o ha habido un incendio devastador o un derrame de chapapote,  se apresuran a decirles que les van a poner un AVE, y que van a organizar un evento deportivo para revitalizar la economía. Pero el caso es que cada día hay menos fábricas y menos trabajo serio, somos un país de servicios desde hace años, como dice un amigo de mi hermana, Óscar, que para dar ejemplo ha puesto un bar de copas donde pone ginebra de garrafa. Si, hoy es el día de mi cumpleaños, el día en que alcanzo la edad adulta, ya tengo que andarme con cuidado porque si hago algo indebido no me aplicarán la ley del menor como al pirado de la katana, que cortó en rodajas a sus familiares. Seguramente para celebrar esta magnífica mayoría de edad tomaré –para algo es viernes- algún cubata con los colegas de la pandilla, pero antes me raparé la cabeza y pasaré por la farmacia de la esquina para ponerme un segundo piercing, signo de mi grado recién adquirido, y después de los cubatas a lo mejor nos pegamos con los de otra pandilla o nos vamos a tirarles piedras a los perros de las casas con jardines de los barrios de lujo donde viven los alfas, los que todo lo tiene resuelto. Pero hay algo que yo tengo preparado para celebrar este día, algo especial. Me he comprado un spray de pintura en la droguería, y en la pared del instituto que la acaban de repintar escribiré la máxima preferida del grupo, por lo menos durará allí varios días antes de que la borren, es una forma de señalar la propiedad de nuestro territorio, los animales también lo hacen y nosotros no vamos a ser menos. Escribiré con mi bote de spray en letras grandes, para que todos la vean:  Nuestro lema es la lucha, nuestro espacio es la calle, nuestro tiempo es la crisis. Será una gozada.

Este relato obtuvo el accésit en el concurso de relatos de Fuente de Cantos (Badajoz), en marzo de 2006.